A menudo oímos hablar de clubes de artes marciales. En España, aunque no lo parezca, está muy arraigada la práctica de estos deportes. La variedad en cuanto a estilos, grado de violencia, eficacia y filosofías está servida, dándose grandes diferencias incluso entre clubes del mismo arte marcial. En lo que sí encuentro un factor común es en la occidentalización que han sufrido en su desarrollo. Por mucho que en general intentan mantenerse conectados al origen de su disciplina, el modo de vida europeo-americano se impone al final en cada pequeño detalle. Y aún más, en el fondo, en el sentido originario de estas disciplinas, que se ve totalmente diluido y olvidado. Es inevitable que empapemos dichas prácticas con nuestra manera de pensar, pero eso nos priva al final -a mi juicio- de lo mejor que tienen: la filosofía de vida que transmitían.
Como maestro de artes marciales quiero hoy hacer una breve radiografía del día a día, modo de pensar y entrenar que caracteriza a mi club. A la vez quiero dejar una opinión, que es también un poco, una denuncia.
Llegue a la conclusión que sería más descriptivo el presentarlo por sus defectos, más que por sus virtudes…para no herir así nuestra sensibilidad tan occidental, “tan correcta”, y que no cupiese la duda de que dicha visión, la occidental, es la “mas acertada”.
Nuestro Club de Lucha Kokoro SD…está lleno de defectos. Habiendo tantos clubes en España siempre se está a tiempo de elegir otra escuela de lucha…por eso se avisan, a ver:
- No somos nada modernos. Aunque es un sistema de defensa científico, seguimos métodos de enseñanza muy antiguos, heredados de otros maestros, de dudosa parecido con las modernas líneas pedagógicas de educación actuales, basadas en la complacencia y en evitar el esfuerzo. Revivimos la parte más primitiva de nosotros, que nos obliga a aceptar lo milenario y animal del ser humano, para intentar dominarlo.
- No somos democráticos. Seguimos un estilo tribal, y aunque el instructor pregunta a todos, no se hace lo que dice la mayoría. Las opiniones que realmente influyen son las de los más viejos, y sobretodo las de los que más duro trabajan, los que no faltan a clase. Y al final siempre decide el maestro, como el chamán de una tribu.
- No somos nada lógicos. Escasean las explicaciones, y a menudo se piden cosas extremas, que parecen que no puedes hacer. Se te prepara durante toda una vida para una pelea que lo mismo (ojalá) nunca llegará.
- Perseguimos imposibles. Amamos la perfección. Se repiten una y otra vez secuencias de ejercicios de por vida, soñando que algún día sean perfectas, aunque sea evidente lo lejos que estamos.
- Los honores, confianza y títulos internos son frágiles, los derechos adquiridos con esfuerzo, dolor y sudor se pueden perder en un momento, aunque hayas empleados años en adquirirlos. Como la vida en un combate…
- Enseñamos a parecer más débil, a no presumir, a no mostrar nunca tus armas, a no llevar armas que no sepas manejar, para sorprender al enemigo vanidoso y confiado como la mordedura de una serpiente.
- No estamos ni a favor ni en contra de la violencia, hacemos que nuestro cuerpo se acostumbre a ella, para que no piense, sólo actúe inmediatamente. No colocamos la otra mejilla. Es más, el brazo que nos golpea antes de que termine de golpearnos, ya ha de sufrir y salir mermado. Quien quiera tu daño debe salirle caro. A pesar de esto salimos de las clases en paz…no deseando violencia alguna.
- Aprendemos y enseñamos a callar, tus muestras de dolor a menudo se ignoran, se te deja de enseñar en persona en cuanto tus palabras suenan a que ya sabes suficiente. Teorizar nos paraliza. Aunque tengas algo importante que decir, “tu verdad debe saber esperar”. No discutimos sobre cómo es la montaña cuando estamos sobre ella…la montaña no se ve más que de lejos. Aquí lo importante es que escales cada día esa montaña de tu crecimiento personal… no que pasemos un rato de cháchara.
- Somos discriminatorios, no aceptamos a cualquiera, porque no queremos matones, ni delincuentes, ni temerarios, ni charlatanes, ni perezosos, ni gente demasiado joven (<18), ni demasiado vieja (>75), ni demagogos, ni populistas, ni fascistas, ni feministas, ni ninguna “ista”. Seguro que estarán mejor en otro lado que con nosotros… Ah y tenemos una predilección descarada por los profesionales de la seguridad.
- No tenemos consideraciones de igualdad de género, aquí no existe el sexo, sólo hándicaps individuales, unos luchadores tienen zonas más dolorosas o débiles que otras. Por tanto, deberán aprender a compensarlo con fuerza, velocidad o técnica. Nadie en un combate os lo va a perdonar, nosotros tampoco. Aquí no se compensan tus hándicaps porque se te considere inferior en algo, aquí tu dignidad te pertenece, no la mermamos perdonándotelo. Como no hay sexo te puede tocar entrenar con cualquiera. No tenemos ningún desaforado interés en rellenar ninguna cuota de género (A diferencia de otras artes marciales y clubes) tenemos especial interés en buenos luchadores… y eso es más una actitud, que un tipo de físico.
- No valoramos la intención…sólo nos vale el resultado. La lucha, el combate, es así.
- Somos incoherentes. Entrenamos la violencia, el no perdonar a un enemigo, y sin embargo hay un clima de hermandad y de colaboración natural entre los miembros del club.
- No cumplimos algunas normas de prevención e higiene. Se lucha cuerpo a cuerpo donde te respiran encima y compartes tu sudor con el otro.
- No somos un club de deporte moderado ni sensato. A menudo se te pide que entrenes a límite, y que sigas cuando no te queda aliento. Por supuesto eres libre de no hacer caso…
- No predicamos la paz de espíritu. Nuestro entrenamiento remueve tu rabia, tus miedos, tus dolores, y se te pedirá que luches contra ellos a diario, que los uses como fuente de energía, como compañeros de entrenamiento. Curiosamente…sales de la clase inundado en paz.
- No predicamos que baste con la fuerza interior. Se te empuja a incrementar tu fuerza física, tu musculatura, tu rapidez, tu velocidad.
- No aceptamos a cada uno como es, ni se te perdonan los defectos. En cuanto entras, el maestro ya intentará cambiarte. Tus defectos se te recordarán a menudo para que nunca los olvides, hasta que desaparezcan.
- El maestro no será tu amigo. Es un simulacro de verdugo, que te recuerda que cualquier día podría convertirse en real. Te hace esperar hasta desesperar. Es molesto a tu orgullo, doloroso cuando te toca, escaso en sus atenciones, seco en sus explicaciones, y te riñe con tus lesiones. Te genera un rencor que te hará falta. Un amigo no puede hacer un trabajo tan desagradable, ni tú lo respetarías ni obedecerías. Pero si será como tu hermano o tu padre.
- La veteranía y los cintos o grados aquí no dan privilegios, solo honor y respeto. Cuanto más alto es tu nivel mas fuerte se te pega, más duro se te pide entrenar y menos se te reconoce. Cuanto más grande eres como luchador más debes servir al novato. El único privilegio es que tus palabras y movimientos son la única música que escucha el maestro, y de lejos, cuando tocas ajeno a todo, el instrumento de tu trabajo.
SENTIMOS SER TAN IMPERFECTOS…gracias a todos nuestros defectos…la escuela parece que funciona (aunque no me sobren los alumnos). Y un poco, en cierto sentido…no tenemos remedio, porque –tan ingenuos– pretendemos ser algo mas que un deporte, pretendemos ser una ESCUELA DE VIDA.
Johan Mataus
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