Todos en algún momento de nuestras vidas hemos experimentado algún tipo de agresión o intento de agresión por parte de alguien.
Una de las primeras cosas que notamos cuando alguien nos increpa o amenaza con agredirnos es miedo.
Defendernos de una agresión: el enemigo es el miedo
Es una emoción natural que experimentamos cuando sentimos que nuestra vida corre peligro, sin embargo es la primera barrera a superar. Esta emoción es la responsable de que en la mayoría de los casos no seamos conscientes de lo que sucede a nuestros alrededor, de la misma forma que nos impide realizar una respuesta eficaz.
Dominarla no es sencillo. Debemos aceptar la situación, saber que nos van a atacar o que nos están atacando y que debemos controlarnos.
Ninguno de los tips que daremos a continuación puede ejecutarse de una forma eficaz si no somos capaces de controlar nuestras emociones y dejar de lado el miedo para poder reaccionar de forma natural.
Defenderse de una agresión en 4 tips
Tip #1: Intentar calmar al agresor:
No enfrentarse a él ni aumentar el conflicto echando más leña al fuego. Darle la razón en algún punto que podamos asumir como propio y reconducir la situación.
Una cosa es tratar de calmar a un agresor y otra es no estar listos para la defensa:
– Manos altas, mostrando las palmas para no ser hostil, pero listas para actuar y cubriendo zonas importantes como el rostro, el cuello y el pecho.
– Rodillas y tobillos ligeramente flexionados, preparados para la defensa o para la huida.
– Es necesario ser muy cuidadosos, si la persona lo percibe, el problema será aún mayor.
Tip #2: Pedir ayuda:
Una de las primeras acciones que debemos intentar es, sencillamente, pedir ayuda.
La presencia de otras personas puede ayudar a neutralizar al agresor, en especial si este está armado (en este aspecto destacamos cualquier tipo de objeto que pueda ser empleado para causar daño).
La ayuda la solicitamos cuando sabemos que no estamos solos o nos encontramos en medio de la calle, pero ¿qué ocurre si no podemos pedir ayuda?
Tip #3: Tener en cuenta el entorno: Puede marcar una enorme diferencia en el resultado. No es lo mismo ser atacado en un callejón sin salida que en campo abierto:
– Ubicación del sol: Siempre en nuestra espalda, que moleste al que nos enfrente.
– Aprovechar los obstáculos: si el lugar en el cual nos encontramos posee distintos elementos, son una gran herramienta. Colocar siempre un obstáculo entre nosotros y el agresor y usarlo como parapeto para protegernos y facilitar nuestra huida.
– Utilizar nuestros efectos personales u otros objetos del entorno para protegernos o defendernos: Un libro puede ser un buen escudo, no digamos una silla; un paraguas se convierte en un bastón, un bolso en un poderoso látigo, el bolígrafo en cuchillo; la gorra, la cartera y las llaves en armas arrojadizas o de distracción…
Tip #4: Combatir: Si las anteriores opciones no han funcionado, solo queda la utilización del cuerpo como un arma. En caso de tener que usar la violencia, relajarse y dejar que el cuerpo fluya según el conocimiento propio. Lo más importante es defendernos e intentar asestar un golpe que afecte a la movilidad o la orientación del atacante para que podamos huir.
Numerosos estudios han demostrado que cuando hay una discusión o una amenaza en potencia lo más recomendable es intentar imitar los movimientos del adversario. En todo caso, siempre permanecer en movimiento con las manos en alto, protegiéndonos y buscando golpes definitivos en función de la peligrosidad de la amenaza: espinillas, cara, genitales, nariz u ojos.
Utilizar la fuerza justa que resuelva la situación sin ensañarse con el agresor si ha sido vencido.
guillermo
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